La Vivificación Cristiana de las Instituciones Educativas
Transcripción de la clase magistral sobre la identidad cristiana de la universidad, con Monseñor Fernando Ocáriz en la Universidad de los Andes, el 26 de julio de 2024.
Introducción
Hablaré sobre un tema que conocéis perfectamente: la identidad cristiana de la universidad. Lógicamente, el concepto de identidad cristiana es un concepto amplio, con manifestaciones concretas diversas, pero en esas manifestaciones diversas de un sitio a otro tiene una gran importancia, no solo —por así decir— por lo de “cristiana”, sino también en cuanto que referido a la universidad.
En este sentido, la primera idea que me parece interesante recordaros, aunque ya la conocéis sin duda, es que esta unión entre universidad y cristianismo no es una unión artificial. Basta pensar que las universidades en la historia nacieron desde el cristianismo. Todas, porque en el fondo, el deseo de saber, el deseo de profundizar en el conocimiento del mundo, de las personas, de la realidad, es profundamente cristiano. No es solo cristiano, pero ciertamente es profundamente cristiano y en su origen conlleva por naturaleza, cuando adquiere un desarrollo más completo, el conocimiento de Dios.
Entonces, efectivamente, la dimensión cristiana tiene una posición privilegiada en el conocimiento humano y en el conocimiento universitario.
Identidad cristiana personal
Para entrar en materia, aunque sea brevemente, porque lógicamente el tema daría mucho de sí, sugiero pensar en primer lugar en una identidad cristiana de la universidad como corporación, como institución, pero a la vez pensar en una identidad cristiana personal de quienes trabajan en la universidad. Porque la identidad cristiana institucional estará, como recordaremos brevemente, en una serie de medidas organizativas que, si no fuesen informadas por una identidad cristiana de las personas, quedaría como un molde prácticamente inútil y artificial, inoperante, porque en el fondo la primacía de la persona es siempre lo capital.
Eso no significa que en la universidad todos tengan que ser cristianos, pero sí que para que la institución tenga una inspiración cristiana, hace falta al menos un núcleo de vida cristiana personal que vivifique, que permita que haya una estructura cristiana organizativa, un núcleo de vida cristiana sin el cual lo institucional quedaría, en el fondo, bastante muerto.
Eso lleva consigo una presencia personal cristiana necesaria y a la vez, una apertura cristiana a quienes, sin ser cristianos o siendo cristianos no practicantes, cooperan con su trabajo en la universidad. En este sentido, la universidad cristiana también está abierta a no cristianos, con una visión permanente de identidad institucional cristiana basada en una realidad personal de cristianos que la vivifican.
La identidad cristiana personal necesaria en muchos, formando un núcleo que dé vida cristiana, tiene una gran multitud de aspectos. Puede ser vista como la vida cristiana de cada persona, en la que la identidad cristiana lleva a la identificación con Jesucristo. Es algo impresionante identificarnos con Jesucristo y eso tiene una riqueza enorme porque es toda la plenitud humana: Cristo es el perfecto hombre, además de perfecto Dios.
Por lo que se refiere a una universidad, podríamos fijarnos en algunas dimensiones de esa plenitud humana que implica el cristianismo: propio del perfecto hombre que es Cristo es, entre otras cosas, la entrega a los demás. Es decir, una dimensión cristiana personal de las personas cristianas en la universidad -como en cualquier otro sitio- es la dedicación a los demás, el servicio a los demás. Además, esta dimensión personal es lo que vivificará a lo que luego pueda ser organizativo de inspiración cristiana.
También, el servicio y la preocupación por los demás tienen una dimensión que se proyecta en lo institucional, que forma parte, llamémoslo así, del espíritu de la institución. Es decir, forma parte del ambiente, del espíritu con el que se desarrollan las actividades, que es un espíritu cristiano precisamente por la dimensión de entrega a los demás, de servicio, de preocupación, de luchar contra el individualismo.
En el fondo, la universidad es esa universitas studiorum. Recuerdo al cardenal Ratzinger cuando explicaba que el concepto de universidad es lo más opuesto a la simple adición o suma de carreras o de institutos, que tiene que haber una verdadera unidad, la que da la preocupación de unos por otros. No es universitario encerrarse personalmente en lo propio, tampoco cada instituto, cada facultad, porque cabe siempre a niveles diversos una colaboración, un sentirse por lo menos parte de esa unidad que da el espíritu universitario, un interés positivo de colaborar en lo posible, un estar abiertos unos con otros.
A veces es fácil pensar que lo propio tiene poco que ver con lo de los demás, porque es muy especializado. Uno puede decir: "¿Qué tengo yo que ver con este tipo de ingeniería o con la filosofía?" En realidad, siempre tiene mucho que ver, sobre todo las personas, ellas tienen mucho que ver.
Identidad cristiana institucional
Veremos algunos aspectos concretos de la identidad cristiana de tipo institucional, referida al conjunto. Un aspecto es el esfuerzo por la excelencia profesional, que evidentemente depende de cada persona, pero que tiene que ser también una característica de la institución. Es decir, el esfuerzo por la excelencia profesional, que depende de la capacitación de cada persona, de cada profesor, pero también de cada empleado en tareas no académicas, en lo que le corresponda.
Excelencia profesional
¿Qué tiene que ver la excelencia profesional con el cristianismo? Es evidente, ya lo he mencionado antes en un contexto más general: Cristo es perfecto hombre y perfecto Dios, y la dimensión cristiana exige la excelencia profesional, que no es simplemente una cuestión humana de excelencia, de virtud humana, de calidad humana, es también cristiana. La excelencia profesional es cristiana. Tantas veces san Josemaría nos ha explicado y empujado al llamado de la santificación del trabajo, que implica -lo ha explicado así frecuentemente-, como base necesaria, la perfección del trabajo. Porque lo sobrenatural –lo cristiano– y lo humano no son dos ámbitos separados. Lo cristiano es lo humano elevado al orden divino, al orden sobrenatural.
Por tanto, una exigencia de la identidad cristiana es la perfección humana. La perfección humana o, dicho de otro modo, el trabajo bien hecho, es característica propia de la identidad cristiana. No solo de la identidad cristiana, también humana, pero no habría una identidad cristiana sin un esfuerzo positivo por alcanzar la excelencia profesional.
Primacía de la persona
Otro aspecto que quizá es menos evidente como propio de la dimensión universitaria, es la primacía de la persona. Ciertamente estamos en una universidad, y puede parecer que la primacía corresponde al conjunto, asegurar que todo funcione. Pero no, la primacía corresponde a la persona. Siempre la persona.
Quizás recordéis una frase, ahora he de reconocer que como no lo tengo apuntado, no me acuerdo de quién es, es una frase conocida pero que puede entenderse bien y puede entenderse mal. Es un poco singular y dice que en la humanidad el individuo tiene prioridad sobre la especie, sobre el conjunto. O sea, el individuo vale más que el conjunto. Vale más el individuo que la humanidad entera. Parece una frase absurda, pero tiene un sentido verdadero, porque lo que vale realmente es cada persona, y la totalidad vale porque son personas, una a una. Cada persona sumada es el gran valor de la humanidad. Y esto tiene consecuencias prácticas universales, como que no se puede matar a un inocente para salvar al conjunto. Habrá quien diga; “si puedo salvar la vida de mil matando a uno, compensa”, pero no, no podemos matar a uno para salvar a muchos.
Esto, ¿qué aplicación puede tener en el mundo universitario? Pues la misma que en todos los ámbitos, no solo en los universitarios... Y es que hay que cuidar a las personas. Los profesores tienen que estar pendientes, en la medida de lo posible, dentro de los límites humanos, del valor que tiene cada alumno. Hay que preocuparse de cada persona. Y esto en todos los niveles de la actividad universitaria. Lo que más vale es cada persona, y cuidando cada persona es como de verdad se cuida el conjunto, y así se edifica el conjunto universitario más plenamente.
Exigencia de la presencia institucional de la Iglesia
La identidad cristiana de la universidad supone también la presencia -llamémoslo de algún modo- institucional de la Iglesia. Es decir, tiene que haber, de modos diversos, porque todo se puede hacer de modos diversos, una presencia sacerdotal, con capellanes que atiendan a quienes libremente lo deseen. Es algo que se ofrece, no se impone. También es interesante, en la medida de lo posible, y en alguna medida siempre lo es, que la capellanía no sea un mundo aparte. Puede pasar que por un lado esté la universidad y las cátedras, y en un rinconcito un par de sacerdotes para que llegue el que quiera. Si no hay más remedio, pues se hace así, pero en la medida de lo posible es conveniente que la capellanía también tenga una función universitaria propiamente dicha. Es decir, que haya clases de doctrina cristiana, de teología, de antropología cristiana, que la capellanía tenga también una proyección no solo de atención pastoral, sino que pueda ofrecer una dimensión académica de la fe cristiana, con clases de un tipo u otro.
Armonía entre fe y razón
Otro aspecto de la identidad cristiana institucional del conjunto es lo que podríamos llamar la armonía que hay que buscar entre fe y razón en todas las enseñanzas. Que en la docencia se dé la armonía entre fe y razón.
La armonía entre fe y razón es un concepto muy amplio. Por ejemplo, uno de matemáticas puede decir ¿qué tiene que ver con mi materia la armonía entre la fe y la razón? Pues también tiene que ver, porque la fe ilumina todo. La fe es una luz que ilumina nuestro obrar. Uno puede decir en estos aspectos: "La fe no me dice cómo resolver estos problemas matemáticos", pero también influye en la actitud con que se afrontan las matemáticas. Y las matemáticas o cualquier otra materia son también una manifestación de la realidad de Dios.
Todo lo que es racional en el mundo procede de la mente de Dios. No se trata de que cada vez que un profesor explica un teorema se tenga que remontar y decir que hay que tener en cuenta que aquí está la mente de Dios creador. No es que haya que decirlo, pero de algún modo, si es algo que se tiene muy incorporado al propio pensamiento, de un modo natural y espontáneo, surge la consciencia de que Dios está en todo, que es Dios el que sustenta la realidad misma. Ahí entra la capacidad que todos tenemos de presentar las cosas de un modo u otro. Habrá personas con más imaginación, que sean capaces de dar luz y vida de un modo más asequible. El hecho de que la presencia de Dios ilumina todas las ciencias es una realidad que no siempre es fácil de hacer presente, pero sí que puede estar como un interés, como una ilusión, y se puede decir al menos que gustaría poder explicarlo. Hay materias que se prestan mucho, hay otras en las que es más difícil.
A propósito, ahora me acuerdo de que hubo un profesor prestigioso, concretamente de matemáticas, capaz de transmitir una visión atea del mundo mediante las matemáticas. Eso quiere decir que también, en sentido contrario, se puede transmitir una visión cristiana, incluso con las matemáticas. ¿Cómo? Pues, el matemático que se lo piense. En fin, la dimensión cristiana puede estar mucho más presente de lo que nos imaginamos, como están, por desgracia, más presentes de lo que imaginamos otras dimensiones, como la dimensión marxista. No sé en este país, pero en muchos sitios está muy presente, a muchos niveles. También el cristianismo lo podemos hacer presente, además, sin forzar la realidad, porque la realidad está sostenida por Dios. Podemos proponer ideas cristianas a todos los niveles.
Ciertamente, hay aspectos académicos complicados, como los de tipo biológico, sobre todo cuando está por medio la dignidad de la persona humana, en los que la visión de fe tiene mucho que decir. Hay temas límite en los que hay que tener prudencia, pedir consejo; sobre todo en cuestiones médicas, en la biomédica, en la ética médica y en otras.
La libertad
Otra idea capital es la libertad. Propio del espíritu cristiano es el amor a la libertad. San Josemaría, lo recordáis muchos, nos decía incluso que era parte de la herencia en lo humano que quería dejar a sus hijos en la Obra: el amor a la libertad.
El amor a la libertad en la universidad es importante porque es una realidad muy cristiana. En este sentido, hay que respetar todo lo que es opinable, no solo como si fuera algo en que no hay más remedio que ceder, sino como una riqueza, para no imponer como verdad, como necesario, lo que no lo es.
Ciertamente hay muchas cosas opinables que uno las puede defender con calor, porque está convencido: en materias científicas, etcétera. Los profesores explican desde su ciencia ideas opinables y pueden defenderlas con pasión, pero respetando lo que no es evidente ni absolutamente necesario.
Se puede enseñar con empeño y entusiasmo lo que es opinable, porque uno está convencido de eso, pero siempre es posible hacerlo respetando la libertad. Puede parecer en ocasiones que no es fácil, pero si uno respeta la libertad de los alumnos, le es fácil exponer con vigor cosas opinables de las que uno está convencido: con vigor, pero exponiéndolas como opinables.
Respetad también la libertad de funcionar en la universidad: es decir, que haya un ambiente de libertad. Lógicamente, con un ideario que alumnos y profesores, aun los que no sean cristianos, han de respetar: unas ideas madre, unos idearios, escritos o no.
En toda sociedad humana hay un mínimo de normas que hay que respetar. Es importante también, y es un tema importante para enseñar, que la libertad no está reñida con las normas, con las obligaciones. Todos tenemos obligaciones, queramos o no. Por ejemplo, tenemos obligación de respetar las leyes del tráfico, es elemental, si uno ve un semáforo rojo, pues tiene que parar. La vida está llena de normas y también hay que respetar normas en la universidad: normas de convivencia, de funcionamiento, tanto los profesores como los alumnos, porque si no, sería caótico.
Pero lo importante es que se viva en libertad. Es decir, libertad no solo en aquello a lo que no se está obligado, sino también para vivir libremente lo obligatorio. Esta es la clave para ser libres: enseñar a vivir libremente lo obligatorio. ¿Y eso es posible? Es posible y, en el fondo, es necesario para la plenitud humana, porque, si no, estaríamos siempre sintiéndonos coartados por las normas, por las leyes.
Concretamente, que tanto por parte de los profesores como de los alumnos, en todo lo que es obligatorio en la universidad, por el funcionamiento necesario en una institución, se viva en libertad.
¿Y cómo es posible vivir en libertad lo que es obligatorio? Es muy fácil de decir, pero en la vida real hay que esforzarse para que sea vida. Se puede vivir en libertad lo obligatorio, si se hace con amor, porque es el amor la fuerza de la libertad. Hasta tal punto que, de alguna manera, se identifica el amor con la libertad. Y ¿podemos amar lo obligatorio? Podemos amarlo. Es evidente que se puede amar lo obligatorio y se puede amar cuando se ve el bien que eso lleva consigo. Porque lo que se ama es el bien. Y cuando descubrimos el bien del semáforo rojo, podemos amar: pararnos, porque nos damos cuenta de que, si no paramos, es un desastre. Por tanto, vemos el bien. Y así con todo. Hay que ver el bien de la norma para amar la norma; y amando la norma, somos libres. Esto hay que enseñarlo, transmitirlo, vivirlo: transmitirlo, en primer lugar, a los profesores, y también a los alumnos. Enseñar que somos libres también cuando obedecemos.
La libertad es un bien típicamente cristiano. Lo reconoció hasta Hegel, quien decía que la libertad es cristiana. Porque el cristianismo es el que ha traído al mundo la verdadera libertad. Antes del cristianismo no había verdadera libertad. Bueno, esto también es opinable.
Autoridad como servicio
Otro aspecto importante y típicamente cristiano es comprender la autoridad como servicio. La verdadera autoridad a todos los niveles, cuando es bien vivida, hay que entenderla como servicio. Y esto tiene una dimensión interesante, y es que los cargos universitarios (rectores, decanos, directores de departamentos, etcétera), son transitorios y además son servicio, se viven como servicio. Y como son servicio, se dejan con la misma disponibilidad con la que se han tomado.
Si a uno le gustaría ser decano para siempre, va mal el asunto, porque en la Universidad se trata de un servicio que evidentemente quita tiempo a lo que es propio de uno, que es la investigación y la enseñanza. Hay que dedicar tiempo a ser rector, a ser decano, a ser director de departamento, porque no hay más remedio, pero es un servicio que limita. Se hace con gusto, pero lo que uno desearía más es su propia investigación, la enseñanza, las publicaciones, la cosa académica, etcétera. No hay más remedio que haya un rector, no hay más remedio que haya decanos, pero es puro servicio y hay que entenderlo así. Gracias a Dios, así se vive, y por eso los recambios se viven con toda naturalidad. Uno dice “qué bien, dejo de ser decano, gracias a Dios, porque me puedo dedicar más a lo que es más mi interés.” Aunque luego uno pone todo su corazón y todo su trabajo en ser rector, ser decano o ser lo que haga falta.
La colegialidad
La colegialidad en el gobierno de la universidad es otro aspecto relevante. ¿Qué tiene esto que ver con la identidad cristiana? Tiene que ver, porque la colegialidad en el gobierno de la universidad, que luego en la práctica se puede vivir de modos muy distintos, con un sistema o con otro, salva de una tiranía. Quiere decir que quien manda, ya sea a nivel global en la universidad, en un departamento o en un instituto, no puede ser un tirano.
San Josemaría, refiriéndose a la Obra en general, pero luego se aplica a todas las labores en que la Obra procura un empuje espiritual, decía: “Yo al tirano lo he matado como traidor por la espalda; no admito a los tiranos, ni a los dictadores.” No los hay en la Obra, tampoco los hay en esta universidad, desde luego, gracias a Dios. Hay que agradecer que la autoridad no sea nunca tiránica, porque no lo es. Y habrá modos distintos de vivir la colegialidad, es decir, de contar con la opinión de otros: que nunca sea uno solo quien pone la mente y decide. Aunque luego, por cuestión de funcionamiento, uno al final tenga que decidir personalmente, siempre debe haber un consenso, siempre hay que escuchar a los demás. Saber escuchar. La escucha no es solo algo físico de oír; hay que oír lo que piensan. No solo oír, hay que escuchar, atender, estar dispuestos a aprender de lo que nos dicen los demás.
La justicia
Otro aspecto importantísimo: la justicia. La identidad cristiana exige también la plenitud humana, la virtud de la justicia, que luego viene elevada con la caridad. Se tiene que manifestar en el trato con las personas, en el interés por las personas, en el luchar contra el egoísmo personal, y ha de tener también unas dimensiones institucionales. Una cosa que puede parecer muy secundaria y no lo es: los sueldos, lo que se paga a la gente. Tiene que haber justicia, los sueldos tienen que ser proporcionados al trabajo que se realiza. A veces no tenemos suficientes medios y hay que recortar los gastos; de acuerdo, pero los gastos se recortan a todos los niveles, cuando es necesario. Siempre hay que buscar que haya verdadera justicia distributiva.
Pero no basta la justicia, aunque sea necesaria; también debe haber caridad. Puede haber ocasiones en que la justicia sea dolorosa, por ejemplo cuando haya que despedir a alguien o decirle a una persona que no se le renueva el contrato. Como en toda institución humana, estas cosas pueden suceder. Entonces hay que vivir la justicia y la caridad, las dos cosas.
Hay que atender a las personas a las que haya que despedir, cuando no haya más remedio que darles un disgusto. Hay que hacerlo, en la medida de lo posible, con la mayor delicadeza, por espíritu cristiano, por la identidad cristiana de la universidad. No se puede tratar mal a nadie si queremos ser cristianos, aunque en ocasiones haya que tomar decisiones dolorosas. Siempre se pueden tomar decisiones dolorosas cuidando el cariño, la caridad, que es cariño: es la primacía de la persona de la que hablamos antes en otro contexto.
La dimensión pública de la identidad cristiana
Para terminar, la identidad cristiana tiene que tener una dimensión pública, no confesional en este caso concreto, pero sí pública: lo personal y lo institucional de un ente tan público como una universidad, en cuanto a su identidad cristiana, tendrá unas manifestaciones públicas. También ha de notarse de alguna manera en la promoción y en los folletos que se distribuyan. De algún modo tiene que percibirse en las publicaciones y actividades públicas que se realicen en la universidad. Tiene que notarse, lógicamente. Si hay un congreso, pongamos nuevamente el ejemplo de la matemática, no es que necesariamente deba darse una exposición del cristianismo muy explícita, pero de un modo u otro, en muchas otras actividades, aflorará espontáneamente que hay una realidad cristiana en el fondo y en la forma.
Sobre cada punto, como es fácil ver, se podría hablar mucho, pero son cosas que, por una parte, conocéis y, por otra parte, gracias a Dios, vivís. Pero es bueno siempre tener muy en la mente que somos cristianos, y que habrá personas que trabajen que no sean cristianas, pero a esas personas se les exige un mínimo de respeto y, sobre todo, se les trata con respeto a ellos, a su modo de ser y a su modo de pensar.
Preguntas
No sé si alguien quiere preguntarme algo. Puede preguntar el que quiera, cualquier cosa. Naturalmente, no a todo soy capaz de contestar.
Rector:
Padre, mientras los demás piensan, yo le puedo hacer una pregunta. Porque usted, y en su momento Don Álvaro, enfatizaron la importancia de la investigación de mucha altura y nivel que se hace en la universidad y que eso distingue una universidad de una academia. A lo mejor nos podría hablar un poco de eso.
Padre:
Bueno, la diferencia está, por una parte, en que la universidad no es solo un lugar de enseñanza, sino que es un lugar de investigación. En este sentido, es importante que los profesores tengan tiempo y dedicación para la investigación y para publicaciones que sean consecuencia de esa investigación.
Hay otra idea que quizá se puede mencionar: la interdisciplinariedad. Es algo a lo que me he referido antes, sin emplear este término. Que no sea la universidad un conjunto de cátedras independientes, donde cada cosa es independiente y autónoma, sino que haya una conexión, un interés y una efectiva comunicación de unas cátedras con otras. Esto también para pedir consejos, porque uno está en lo suyo, pero también de otros ámbitos pueden dar sugerencias y abrir horizontes. La verdad se ha de buscar en la relación entre unas cosas y otras, y fomentar la conexión la interdisciplinaridad es parte del esfuerzo de investigación propio de una universidad, que no es una simple academia donde se dan lecciones. Esto es fundamental.
La conexión de unas cátedras con otras para cambiar impresiones se puede realizar de muchos modos. No solo debe haber reuniones de profesores de una facultad, sino que debe haber reuniones de profesores de facultades diversas, con temas previos que pueden interesar a todos y en los cuales todos se pueden enriquecer mutuamente. No es perder tiempo ir a reuniones con temas que no parecen relacionados con la propia competencia profesional, pero que abren horizontes humanos y de orientación profesional.
Profesora María Ignacia Víal:
Padre, gracias por estar en Chile y por estar aquí, dándonos luz con estas ideas que nos pueden servir para hacer esta universidad más cristiana. Usted acaba de hablar de la interdisciplinariedad y, efectivamente, también en el mundo existen, y en Latinoamérica, otras universidades inspiradas por el Opus Dei y otras escuelas de negocio inspiradas por el Opus Dei. ¿Qué espera usted de nosotros en cuanto a esa posibilidad de colaborar para investigar la verdad, de investigar juntos con otras universidades?
Padre:
Eso lo tenéis que inventar vosotros. Hay que pensar y preguntar a otras universidades cómo organizar cosas comunes. Los intercambios también son útiles: generad intercambios de profesores. Que haya profesores de una universidad que pasen un tiempo enseñando o investigando en otra que tiene un desarrollo mayor en un determinado aspecto de la ciencia, etcétera. Hay muchas posibilidades de comunicación y de cooperación: reuniones tipo congresos que pueden organizarse entre varias universidades, acuerdos para que una universidad colabore con profesores en otras… Hay mil modos de cooperación.
Bueno, os agradezco mucho a vosotros todo el trabajo que hacéis aquí. Ya que yo soy rector honorario, tengo también un título para agradeceros el trabajo.