Resumen. Fomentar y cultivar la inteligencia mediante el estudio, sentar las bases para su progresivo desarrollo en el curso de la vida, constituye un pilar clave en la formación de la personalidad humana, y garantía de su inserción en el mundo. Frente al psicologismo, que tiende a reducir la realidad al impacto emocional que tiene sobre el sujeto, el cultivo del conocimiento representa una forma básica de amor al mundo que solo es posible en un régimen de libertad.
- Introducción
- Un horizonte significativo para la virtud
- Cultivo del conocimiento y libertad
- El psicologismo y la devaluación de la experiencia
- Formación intelectual y profesional
- Deseo de conocer y amor al mundo
Introducción
En los últimos años se ha hablado mucho de formación de la afectividad. En el mejor de los casos se ha hecho notar, con razón, que la formación de la afectividad se enmarca en la formación en virtudes como la templanza y la fortaleza. Pero tal vez se ha insistido menos en que templanza y fortaleza reciben su orientación de la prudencia, y esta, en última instancia, requiere un horizonte vital que solo se descubre a la inteligencia que se abre al mundo en general, y reflexiona sobre la posición tan peculiar que ocupa en él.
De hecho, la afectividad pierde fácilmente el norte cuando no se alimenta la inteligencia; cuando se olvida que el deseo más específico y connatural al ser humano es el deseo de saber y, en lugar de alimentar este deseo, se favorecen actitudes o estilos de vida que de hecho lo devalúan, lo desprestigian, o lo tergiversan, subordinándolo a intereses meramente pragmáticos.
En esta intervención me gustaría recordar que devaluar la inteligencia es devaluar al ser humano. Y, al contrario, fomentar y cultivar la inteligencia, sentar las bases para su progresivo desarrollo en el curso de la vida, constituye un pilar clave en la formación de la personalidad humana, garantía de su inserción en el mundo.