Filipinas celebrará en 2021 los 500 años de la llegada del cristianismo al país, acontecimiento que tuvo lugar en 1521, cuando Fernando de Magallanes llegó al archipiélago y trajo con él el Evangelio. Los preparativos para la conmemoración comenzaron en 2013, cuando la Conferencia Episcopal Filipina (CBCP) lanzó un plan de nueve años para la Nueva Evangelización de cara al quinto centenario.
El plan contemplaba un tema distinto para cada año; por ejemplo, 2015 fue el Año de los Pobres; 2016, el de la Eucaristía y la Familia; 2018, el del Clero y los Religiosos, y 2021 será el de la misión ad gentes. El programa tuvo buen comienzo, jalonado por la visita del Papa Francisco en 2015 y el Congreso Eucarístico en Cebú, en 2016.
Sin embargo, el ambiente político que se impuso con la llegada a la presidencia de Rodrigo Duterte, en junio de 2016, desvió la atención de la jerarquía hacia problemas más acuciantes, como los asesinatos extrajudiciales, en 2017; las tensiones entre la Iglesia y el Estado en 2018, por el ataque frontal de Duterte a la integridad del clero y de la jerarquía, y la posición defensiva a que se había empujado a la Iglesia en 2019, debido a los incesantes escándalos abusos sexuales por parte de miembros del clero en Europa y América.
Así, fuera de algunas actividades esporádicas y muy localizadas, ha habido poco movimiento a nivel diocesano para cumplir el plan de nueve años. A lo poco que se hizo, apenas se dio difusión, y así, aunque muchos sacerdotes conocían de la existencia del plan, muy pocos estaban al tanto de actividades concretas organizadas al efecto.
En septiembre de 2020, el presidente de la CBCP, Mons. Pablo Virgilio David, anunció que, dada la cuarentena por la pandemia del coronavirus, se había decidido prolongar la celebración del quinto centenario un año más. La ceremonia de conclusión, programada originalmente para abril de 2021, sería una celebración de un año que culminaría en abril de 2022.
Los obispos acordaron que el evento inaugural tendrá lugar el 17 de abril de 2021, Domingo de Pascua, para conmemorar la primera misa pascual celebrada en el país. Otros actos destacados serán el Congreso Internacional de Misiones y el II Congreso Misional Nacional, en abril de 2022.
Crisis de crecimiento
A primera vista, el cristianismo parece haber calado hondo en la sociedad filipina. En los centros comerciales y en edificios del distrito de negocios abundan las capillas donde se reserva el Santísimo Sacramento y se tiene misa a diario; también son comunes las misas en edificios oficiales. La Navidad y la Cuaresma son celebraciones públicas, y las prácticas de piedad popular centenarias están muy difundidas. Precisamente este año 2020, el presidente declaró que el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, sería festivo público.
Hasta años muy recientes, la Iglesia en Filipinas ha ejercido una gran influencia en los asuntos públicos. Desempeñó un papel importante en la revolución pacífica de 1986. Sigue siendo la conciencia crítica del gobierno, clamando contra la corrupción, las violaciones de los derechos humanos, la legalización del aborto, contra la anticoncepción promovida por el Estado, contra el divorcio y contra los “matrimonios” homosexuales (1).
No obstante, pese a sus 500 años de existencia, la Iglesia en Filipinas es joven comparada con la Iglesia bimilenaria de Europa. Así, está pasando por la proverbial crisis de crecimiento. En primer lugar está la formación continua del clero, que fue ya el mayor reto en los trescientos años de colonización española y que la Iglesia del siglo XXI ha heredado. En segundo término está el secularismo, que tiende a cuestionar cualquier logro alcanzado en el pasado, y que afecta no solo a la población general, sino –y de modo más insidioso– al clero mismo.
Los efectos del secularismo están mitigados por una bien asentada piedad popular
Tercero, la creciente hostilidad de los políticos hacia la jerarquía. Y finalmente, la confusión doctrinal: la mayoría de los católicos filipinos, pese a la piedad popular inculcada durante trescientos años por los frailes españoles, tienen un conocimiento superficial de la fe, lo que los hace vulnerables al secularismo de Occidente y al misticismo ecléctico oriental. En realidad, el supuesto baluarte del cristianismo en Oriente ha sido siempre de bambú: resistente, pero susceptible de partirse cuando queda expuesto al hielo del ateísmo y a la podredumbre del paganismo.
Secularismo
De los retos a los que se enfrenta la Iglesia en Filipinas, el secularismo está en la cima. Filipinas está simplemente siguiendo la tendencia que se observa en las Iglesias más antiguas de Europa y América. Por ejemplo, la crisis postconciliar que sufrió la Iglesia en Europa afecta a seminarios y a escuelas y universidades católicas en el archipiélago desde los años 70. Por otra parte, la llamada teología de la liberación se ha infiltrado en no pocos centros educativos católicos.
Aunque este fenómeno se ve mitigado por una bien asentada piedad popular, que lleva a la gente común a funcionar a su manera, sin entrar en conflicto abierto con la autoridad establecida –eclesiástica o política–, el efecto neto de esta tendencia es un lento deterioro de la misma piedad cristiana popular, que va siendo paulatinamente sustituida por los ídolos de los medios de comunicación de masas y del ciberespacio.
La huella de los frailes españoles
Otra dificultad de la Iglesia filipina es que se la considera instrumento de la colonización española. De hecho, esa es la razón que alega el presidente Duterte para negarse a destinar dinero público a la conmemoración de los 500 años de cristianismo.
Esa idea proviene también de las novelas del Dr. José Rizal, el héroe nacional filipino, incluidas por ley en el currículum de la educación básica. Esos libros pintan a los frailes españoles de corruptos, prepotentes, hambrientos de poder, avaros, crueles y lujuriosos, a la vez que se burlan de la piedad popular y presentan a los librepensadores como héroes. Rizal, educado en el liberalismo europeo de finales del XIX, tal vez basó sus novelas en experiencias reales, de las que hizo la norma general entre los frailes españoles.
La labor de los frailes fue decisiva “para transformar un puñado de islas, con una escasa población apenas salida de la edad del bronce, en una nación moderna”
Pero los registros históricos muestran un panorama distinto. Los frailes españoles en Filipinas lucharon por los derechos de los nativos frente a los abusos de los encomenderos. Algunos incluso cuestionaron el derecho de España a ocupar Filipinas. Uno de ellos, fray Martín de Rada, escribió: “He pedido el parecer de todos los Padres que estuvieron aquí [en la época de la conquista] y todos, unánimemente, afirman que ninguna tierra en todas estas islas ha venido con justo título en poder de los españoles”. Otro, fray Miguel de Benavides, obtuvo un decreto del rey de España que ordenaba que aquellos tributos cobrados injustamente a los nativos debían serles devueltos, y que debía preguntárseles si daban su consentimiento explícito al gobierno español, lo que llevó al Referéndum Filipino de 1599.
Además, los frailes españoles contribuyeron en gran medida al desarrollo nacional durante el período colonial. “Los frailes fueron fundadores de pueblos y ciudades, educadores, constructores de caminos y puentes, filólogos y científicos, médicos y farmacéuticos; introdujeron cultivos y técnicas agrícolas”, escribe Fr. Javier de Pedro. “Sus iniciativas fueron decisivas para transformar un puñado de islas, con una escasa población apenas salida de la Edad del Bronce, en una nación moderna tan solo unas décadas por detrás de los países occidentales, que era la envidia de sus vecinos y un codiciado botín para jóvenes potencias deseosas de levantar imperios a finales del siglo pasado” (3).
Enseñar mejor la historia
Las grandes figuras de los movimientos nacionalistas filipinos que impulsaron la independencia –incluido el propio Rizal– estudiaron en escuelas y universidades fundadas por frailes españoles. De hecho, gracias a la formación en la fe católica que recibieron en su infancia y juventud, muchas de las grandes mentes filipinas de finales del XIX, como Marcelo del Pilar y Rizal mismo, tras haberse unido a la francmasonería se reconciliaron con la Iglesia antes de morir. Hasta hoy, los mayores hospitales, universidades e instituciones benéficas han sido las fundadas por los frailes. Y el cristianismo ha producido frutos de santidad, como san Lorenzo Ruiz, san Pedro Calungsod, San Ezekiel Moreno y el beato José María de Manila.
Por desgracia, la enseñanza de la Historia de Filipinas en todos los niveles exhibe hoy una parcialidad antifrailes, en lugar de una visión equilibrada y adecuada del pasado. Esto no solo perjudica la reputación de la Iglesia: es un ataque a la verdad. El quinto centenario del cristianismo en Filipinas sería una gran oportunidad para examinar cómo se enseña la Historia nacional.
Ciertamente, esos 500 años contienen tanto luces como sombras. Muestran una Iglesia manchada por la fragilidad humana y enfrentada a desafíos internos y externos; pero también muestran el Evangelio elevando la condición humana, construyendo la nación filipina, y a la vez cosechando frutos de santidad. El medio milenio es definitivamente la ocasión, para la Iglesia, de rectificar sus errores pasados, reconocer sus logros y reflexionar sobre cómo la próxima fase del cristianismo en el país puede configurar el destino de una nación en proceso de cambio.
Jaime B. Achacoso
Doctor en Derecho Canónico, Juez del Tribunal Diocesano de Cubao (Filipinas)
Cristina A. Montes
Master en Derecho de la Globalización e Integración Social, Bachelor of Laws
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(1) Cf. Amado L. Picardal, “Celebrating 500 Years of Christianity in the Philippines”, The Rappler, 20-10-2019.
(2) Cf. Tingting Cojuangco, “A true scholar”, Philstar, 31-07-2005; cf. University of Santo Tomas, News in Print, n. 53 (agosto 2006), pp. 18-19.
(3) Javier de Pedro, Rizal Through a Glass Darkly: A Spiritual Biography, University of Asia and The Pacific, Pasig City, 2005, p. 36.